Segundo trimestre de embarazo

Esta entrada voy a alargarla un poquito más de lo habitual. Contaré en un resumen amplio las citas médicas que he tenido durante el segundo trimestre de embarazo y así no os cansaré tanto con hospitales y visitas a la matrona.

El mes de julio iba a estar destinado a las clases prenatales pero como este es mi segundo embarazo, las clases iban a ser por la mañana temprano y Daniel ya no iría a la guardería, prefería quedarme con él y disfrutarle todo lo que no había disfrutado este año.
Ya me habían dado la baja laboral por riesgo en el trabajo y tenía dos meses por delante para estar con mi hijo las veinticuatro horas del día hasta que comenzará el colegio en septiembre.

A lo que voy: las dos pruebas más importantes en este segundo trimestre son el Test de O'Sullivan o prueba del azúcar gestacional, y la ecografía de las 20 semanas donde se realiza un examen detallado de toda la morfología del bebé y en la que se puede diagnosticar alguna anomalía en su desarrollo, si lo hubiera.

Empezando por la eco, teníamos cita en el hospital a las 12:30. Cuando llegamos había un montón de gente esperando pero pocas embarazadas. La sala de espera era para distintas consultas. Solo esperamos unos 15 ó 20 minutos. Esta prueba es muy parecida a la ecografía de las 12 semanas y una vez que comprueban que todo está bien y que evoluciona correctamente, te confirman el sexo del bebé. La anterior ecógrafa tenía razón e indudablemente, era varón. Aquí os presentamos a Miguel.


La otra prueba, el Test de O'Sullivan o prueba del azúcar gestacional, fue muy diferente a cuando tuve que hacérmela en el embarazo de Daniel.
Llegamos bien de hora, nos pasaron a las embarazadas primero a la sala de extracciones. La practicante me hizo un daño espantoso con la aguja, de hecho, tuve un moratón enorme unos cuantos días. Después de la extracción de sangre, me hicieron beber una bebida azucarada con sabor a naranja, muy dulzona, que a muchas de las gestantes que estaban allí les hizo vomitar. Yo lo toleré bien. Me senté con Dani en la sala de espera durante una hora para realizarme la siguiente extracción. Esta vez no me mareé. Con Daniel notaba un intenso calor y una bajada de tensión de repente, sobre todo un par de horas después, haciendo la compra en el Carrefour, recuerdo que nos tuvimos que ir porque me estaba mareando demasiado y solo quería estar sentada. Pero en este embarazo, eso no me pasó. Ni mareos, ni calores, ni nada. Y como yo soy asín, eso me hizo dudar un poquillo... Seguro que tengo que repetir la prueba...
Así fue. Pocos días después me llamaron para repetir la prueba, con tres extracciones en vez de una. Una cada hora. La mañana prometía ser larga.
Antes de la prueba, tenía que pasar a la consulta para recoger el volante. Me atendió una enfermera muy amable que me comentó que los análisis estaban bien (también te miraban la orina) y que debía empezar a tomar un aporte extra de hierro porque andaba (y ando) un poco justita y de cara al parto era mejor que lo tomara. Me enseñó también el resultado de la prueba del azúcar y me quedé atónita cuando vi que me había pasado solamente 2 mg en sangre. Para que me entendáis, si el máximo está en 140 mg de azúcar en sangre, yo tenía 142, pero como ya te da "positivo" hay que repetir la prueba.
Bajamos a la sala de extracciones y otra vez, a sacar tubitos. Odio las agujas. Siempre miro a otro lado mientras me hacen analíticas.
Salimos de allí casi a las 12 de la mañana, pero ni sentí naúseas, ni mareos, ni calores, ni nada de nuevo. Y temía que si otra vez me daba positivo, tendría que hacer dieta para evitar una posible diabetes gestacional. Acojona...
Por lo visto, es más común tener que repetir la prueba la primera vez, que acabar haciendo la dieta. A muchas embarazadas le sale positivo el primer Test y sin embargo, el segundo les sale perfecto. Si no has tenido problemas de azúcar nunca, no tiene por qué ser diferente estando embarazada. Pero como siempre, es mejor prevenir.

Todo salió bien. De momento puedo decir que llevo dos embarazos buenísimos. Otra cosa será el parto. A ver si con Miguel es mucho más rápido que con Daniel, que llegue bien encajadito, justo para salir y ver a su familia que le espera con los brazos abiertos.

Ay... qué ganas....

Las cosas por su nombre

Y mi hijo con más razón, si cabe.

Los que seguís el blog, sabéis que con Daniel tuvimos claro que se llamaría así porque era la ilusión de su papi. Si hubiera sido niña, se hubiera llamado Emma.
Ahora que sabemos que vamos a ser padres por segunda vez y que hay muchas posibilidades de que sea niño, en el caso de que fuera niña, el nombre de Emma sigue encabezando la lista. Pero el de niño, ya no lo tenemos tan claro.
Siempre nos gustó pensar que cuando tuviéramos un segundo hijo le llamaríamos Fran, por mi abuelo y por mi suegro. Pero con todos los nombres que hay, nos echa para atrás repetir de nuevo un nombre en la familia, así que decidimos hacer una nueva lista de nombres de bebés varones.

No ha sido fácil dar con un nombre que nos gustara a los dos. A Dani le gustaban unos y a mí me gustaban otros, y Daniel aún es demasiado pequeño para elegir un nombre, con argumentos. Seguramente nos diría que le pusieramos Superman o Batman y con el apoyo de su padre, yo estaría perdida en esta batalla...

Los nombres que nos gustaban eran Abel, Iván, Tadeo y Simón, pero no hubo consenso con ninguno de ellos.
No, no nos poníamos de acuerdo, hasta que un día diciendo varios nombres al azar, papi dijo: Miguel.
... Miguel. Lo repetí en voz alta unas cuantas veces: Miguel.... Daniel y Miguel... Miguel Martín Campo... Me gusta. Me gusta mucho, y cada vez sonaba mejor. Un nombre como a mí me gustan, con personalidad, corto, bonito, clásico y sencillo.

Además, uno que nosotros conocemos bien va a estar encantado con esta decisión.

Y que nos salga la mitad de artista que él... ¡jejeje!






¡30 añitos, papi!

El número 3 me encanta. Mi madre y yo cumplimos años el día 30 y 31, repectivamente, en el tercer mes del año (marzo). Me convertí en madre con 30 años y vuelvo a hacerlo con 33.
Este mes de diciembre mi hijo cumplirá 3 años y está para comérselo...
Tengo tres hermanos a los que adoro y tres sobrinos guapísimos y bonitos en todos los sentidos. Habrá tres hombres custiodando mi hogar dentro de nada. En fín, que podría hablar largo y tendido sobre cómo influye en mi vida este guarismo, pero a lo que voy:

Un día que no puede pasar desapercibido en este blog es el cumpleaños de papi. El día 14 de mayo cumplió los 30 años, dejando atrás la veintena y pasando a formar parte del grupo de los treintañeros.
Ahora papi me gusta más que antes :)
Después de hacer muchas cábalas sobre cómo prepararle una fiesta sorpresa, me decanté por reunir a su familia y amigos más íntimos en la sala de juntas que hay en nuestra urbanización.
El tema que elegí para la fiesta fue sobre superhéroes, sobre todo, porque a Daniel le encantan.
Era jueves y el viernes era festivo, así que cogí el día libre en el trabajo para prepararlo todo.
Ambienté la sala con un photocall y accesorios de disfraces de héroes del cómic, algunos comprados, otros hechos a mano. Comida, bebida y listos.

Dani pensó que no iba a tener ni siquiera una pequeña celebración, por ser un día de diario y justo antes del puente de San Isidro en el que la gente aprovecha para irse al pueblo o a pasar unos tranquilos días donde sea.

- Pues vamos nosotros tres a tomar algo y a celebrar tu cumple, papi. Y nos fuimos. Pero cuando bajábamos en el ascensor le tapé los ojos con un pañuelo y le llevé directamente a la puerta de la sala donde todos estaban esperando, en silencio, dispuestos a gritar un súper ¡FE-LI-CI-DA-DES! al recién estrenado treintañero.

La fiesta fue muy divertida. Todos trajeron una foto de papi de cuando era pequeño para hacer un pequeño álbum recopilatorio de recuerdos. Todos quisieron participar en ese regalo tan especial y tuvo un gran éxito, con risas aseguradas y con la emoción de Dani que no dejó de sonreír ni un momento aquella tarde.

Dejo unas fotos que lo demuestran:





¡Feliz 30 cumpleaños, papá! Para nosotros siempre serás un Superman
Te queremos.

Ecografía de las 12 semanas. Dos hombres y un destino.

Otra vez con nervios. Justo antes de la cita con el médico me pongo atacada. Me empieza a doler el estómago, pienso que algo no va bien y me duele aún más. No tengo hambre, pienso que no comer es malo para el bebé, pero no me entra nada, así que mejor no probar bocado hasta después de la revisión. Más nervios. ¿Por qué darán las citas tan tarde?Era la ecografía de las 12 semanas (y triple screening).

Entramos a la consulta. Ecógrafa y enfermera sentadas tras la mesa. Un montón de preguntas acerca de nuestra historia médica, alergias, enfermedades importantes en la familia, grupo sanguíneo, datos sobre el parto de Daniel... - Muy bien. Pasa detrás de la cortina y túmbate en la camilla. Vamos a realizarte una ecografía. 
Escuchamos un montón de números y medidas que la enfermera va apuntando en el informe. Todo va bien. Perímetro craneal, Longitud del fémur. Posición. Gestación ÚNICA. ¡Bien!
- ¿Queréis saber el sexo? 
- Sí, claro. Si se ve bien...
- Tenéis un niño, ¿verdad? Pues creo que este también es un niño. Os lo confirmarán en la ecografía de las 20 semanas porque no queremos adelantar nada tan pronto. pero haceros a la idea de que es un varón.





Posiblemente varón. Escribió la ecógrafa al final del informe. Más clarito, agua. Comenzamos a reír como dos idiotas cuando salimos de la consulta. Pensábamos que la idea de tener una niña y que nos dijeran lo contrario iba a sentarnos como un jarro de agua fría, pero nos encantó pensar que Daniel podría tener un hermano con el que compartir más cosas que con una hermana. Mis dos hombrecitos. Ya podemos empezar a pensar en nombres pero antes... ¡Vámonos a desayunar, papi!

El hermano mayor

Emociones a flor de piel.
Una nueva vida nacía dentro de mí y Daniel iba a ser testigo de todo esto. Dani y yo estábamos super ilusionados.

Tras la primera cita con la tocóloga para que nos confirmara que todo estaba bien, se lo contamos a nuestras familias, ecografía en mano, una ecografía en la que solo se apreciaba una manchita cuyo corazón latía como un caballo desbocado. Era doble la alegría pues nuestro bebé iba a llevarse un par de meses con el bebé de Antonio y Fátima. Dani iba a ser tito poco antes de ser padre por segunda vez. Incluso, íbamos a poder estudiar un poco la reacción de Daniel ante un nuevo niño o niña en la familia, ya que lleva casi tres años siendo "el rey de la casa" y nohayquienletosa :)
Como ya os había contado antes, muchos cambios estaban sucediendo.

Los abuelos, tanto mi madre como mis suegros, se alegraron por nosotros pero reconocieron que lo primero que se les venía a la mente era Daniel. Durante varias semanas no dejé de escuchar:
- Pobrecito mi niño... Qué mal lo va a pasar... Se va a convertir en el hermano mayor... Pobrecito... 

Vale, sí, pero también hay cosas buenas. Sé que hablan desde la voz de la experiencia. Tener un hermanito/a no tiene que ser fácil para ningún niño. De repente, todas sus cosas van a tener que ser compartidas con alguien que aparece por arte de magia en su vida, en su casa, en su habitación de los juguetes, y tendrá el mismo derecho que él a coger todo lo que se le antoje sin que nadie ponga remedio. Y para colmo, en algunas horas del día, tendrán que prestarle toda la atención porque es el peque o la peque y él es el mayor y tiene que saber esperar. Verá a su familia jugando con él o con ella del mismo modo que juegan con él. Verá como sus padres le dejan en el cole y se llevan en el coche a esa cosa diminuta que ni se mueve y que le está haciendo la vida muy complicada.

... ¡Uff! no me lo quiero ni imaginar... Sin embargo, a veces miro a Daniel atentamente y pienso que sí, que puede llevarlo un poco mal al principio, pero con cariño y paciencia, y haciéndole partícipe de cada momento con el bebé, podemos conseguir de él cosas maravillosas... y no es porque sea mi hijo, pero es un niño tan bueno que solo puedo esperar cosas positivas de todo esto. Además, le viene bien tener a alguien con quien jugar y pelear, y compartir, y relacionarse ya que después del colegio, las tardes de invierno son durillas y estar en casa todo el rato sin poder bajar al parque con los amigos, papá trabajando y mamá... ¡jo! ¡qué pesada mamá! 
Sí, ya va siendo hora de ampliar la familia. ¿Pesada mamá?... ¡Uff! es que no me lo quiero ni imaginar...


2014-2015

El 5 de julio del año pasado nos casamos. Después de un año entero de preparativos, llegó el gran día, y aunque tuvimos que prescindir de algunas ideas respecto al tipo de boda que queríamos y que iba a estar marcada por algunas ausencias un poco dolorosas, hicimos una ceremonia muy personalizada y diferente con el bautizo de Daniel sobre todo, y fue para nosotros el segundo acontecimiento más bonito de nuestras vidas.
Todo salió bien, nuestras familias y amigos disfrutaron muchísimo. Daniel estaba un poco confuso, porque con un año y medio recién cumplido, el pobre no entendía muy bien lo que estaba pasando, pero se portó estupendamente y no hubo que improvisar en nada.

Ese día no marcó un antes y un después como le suele pasar a todas las parejas que quieren dar ese paso. Nosotros ya formábamos una familia y nuestro deseo era formalizar la situación y reunir a todos para que fueran testigos de que algo que llegó por sorpresa, sin preaviso, nos transformó en lo que hoy somos y en lo que ese día mostramos ser.

Después nos fuimos de luna de miel con Daniel, algo que también iba a ser diferente, pero fueron las mejores vacaciones que pudimos imaginar. No queríamos perdernos ni un momento de nuestro hijo y decidimos llevarle con nosotros. Luego empezaría primer ciclo de la Escuela Infantil, una nueva etapa bien superada, para la que tendría que hacer otro blog aparte y explicar paso a paso cómo le ha influido todo este año para llegar a ser el hombrecito que es ahora y prepararse para el temido segundo ciclo.

Resumiendo, 2014 ha sido una sucesión de momentos muy especiales y emotivos, algunos muy buenos, otros no tanto. Y 2015 no se iba a quedar atrás, no.
En febrero mis cuñados anunciaron que esperaban un bebé. ¡Un primito o primita para Daniel!
En marzo me entero de que yo también espero un bebé. ¡Un hermano o hermanita para Daniel!
En julio viví dos de los peores momentos de mi vida en menos de una semana, de los que prefiero no hablar aunque sí recordar.
Y ¿qué decir de ese calor sofocante que se agravaba con una barriga enorme y unos pies un poco hinchados? Porque, aunque ya estaba de baja por riesgo laboral, el hecho de no tener que ir a trabajar con ese cansancio, no haría que se convirtiera en el mejor mes del año. Lo único a destacar es que he podido pasar el verano entero con mi hijo, y es que, como ya os he dicho antes, en septiembre empezaría EL COLE.

... Septiembre, vamos a quedarnos ahí. Más adelante volveré con revisiones, médicos, el sexo del bebé, la elección del nombre y alguna cosilla más.




Por así contarlo...

Cambios que no quieres que ocurran y cambios que no quieres que ocurran aún. Pensamientos que dan vueltas en tu mente y pensamientos que prefieres pasar por alto. La mente a veces juega malas pasadas y cuando quieres que todo cambie te centras en lo que deseas que ocurra pero a veces acaba pasando justamente (o injustamente) lo contrario. El universo suele confabularse para llevar a cabo tus deseos más profundos pero cuando se rebela contra ellos, no hay nada que hacer. Algunos lo llaman mala suerte, yo prefiero llamarlo Destino. Hay cosas que no puedes eludir y el tiempo me ha enseñado que todo pasa por algo. Alguien me habló alguna vez de un "avance inexorable de la vida" y me pareció lo más cursi y/o pedante para una conversación de bar, pero tenía toda la razón del mundo. La vida hay que vivirla y hay que estar preparado para lo que nos venga de frente. Vale ya de hacer planes inútiles en un hoy que se rige por una mera esperanza o motivación creada por nosotros mismos con el fin de que todo mejore a tu alrededor o, simplemente, para que esto sea algo más llevadero sin saber a ciencia cierta si esos planes los vas a poder realizar en un futuro. Vive. Vive como si todo acabara mañana y encara la realidad tal y como viene. Difícil, pero no imposible.

Abre tu mente para lo que el día a día te tiene preparado. No pienses en lo que puede ocurrir en esa cita del 11 de marzo sobre las 17:30 con tu médico de cabecera. Acude como si fuera un acontecimiento más. Escucha que debes ir al baño con un vasito y hacer pis en ese mismo momento para luego pasar a enfermería y que te saquen de dudas. Hazlo. Pasa y siéntate en la silla del paciente mientras la enfermera coge el vasito e introduce un palito en él. Contesta a sus preguntas parahacertiempo que minutos después olvidarás cuando obtengas la única respuesta que interesa a la única pregunta que has formulado tú. Reconoce la voz de tu marido y tu hijo en la sala de espera. Desconecta y vuelve a conectar con la voz de la mujer de la bata blanca que afirma que esperas un bebé y que tus dudas acabaron. Siente como se llena tu pecho y se amplía tu sonrisa. Siente las ganas de gritar y de salir de allí para reunirte con los dos hombres de tu vida y contarles la gran noticia. Asume cómo la vida puede cambiar en 2 minutos, una tarde cualquiera, en cualquier momento, a cualquier hora. ¡VIVE!

Y lo mejor de todo… COMPÁRTELO.


Dejando que la vida te sorprenda...

Semanas antes de que pasara lo que voy a contaros, me daba mucha pereza pensar en quedarme embarazada otra vez. Tenía "mono de bebé". Veía a madres con carritos y embarazadas por la calle y me decía a mí misma que dentro de un tiempo, cuando Daniel fuera al colegio y estuviera totalmente asentado, su padre y yo iríamos a la búsqueda de un hermanito o hermanita. Pero me daba pereza. Estaba tan agustito disfrutando de cada etapa de mi hijo, que me parecía hasta egoísta la idea de concebir otro churumbel solo por el hecho de dejar rienda suelta a mi instinto maternal, que me encanta, pero cada cosa a su tiempo. - Cuando Daniel cumpla tres añitos para que se lleven entre tres y cuatro años...  - pensaba. Luego me contradecía: - No planifiques nada que las cosas llegan cuando tienen que llegar. Y entonces decidía dejar de pensar. - Buena decisión...

Y entonces pasó lo que tenía que pasar.
Una noche, Daniel se había dormido ya y yo estaba en la cama sufriendo una fuerte gripe que me estaba durando demasiados días. Sonó el teléfono. Era Dani.
¿Qué tal? ¿Cuándo llegas a casa?
Bien. Ahora en un rato. He venido a casa de mi hermano que están aquí cenando con mis padres. Espera un momento...
No me dio tiempo a decir nada cuando escuché la voz de mi cuñado Antonio.
Pili, ¿qué tal? ¿Has mirado el móvil? 
Anda, el móvil. No tenía ni idea de dónde había metido el móvil. Me da rabia que cuando más falta me hace nunca lo tengo cerca.
No, no lo he visto. ¿Ha pasado algo? - me levanto de la cama para ir a buscarlo. Estaba en la mesa del salón. Abro el whatsapp y tengo una imagen nueva. Parece una ecografía. No distingo. Si es que estoy medio drogada con esta gripe dichosa.
- Que vas a ser tita. 
Pppp...pero, ¿qué? ¿cómo? - No me lo esperaba en absoluto. Me cogió de sorpresa y enseguida reaccioné. - Pero que alegría, chicos. Me alegro muchísimo.
Qué contenta me puse, de verdad, con el "mono" que tenía, mis cuñados iban a ser papitos y un nuevo bebé llegaba a la familia. Una noticia estupenda ¡Un primito o primita para Daniel! y también iba a ser el primer sobrino o sobrina para Dani. Yo ya tengo tres, grandes y hermosos, y sé lo que es, por eso me emociona muchísimo que él también vaya a vivir esta experiencia única.
Un año repleto de emociones se estaba abriendo paso y yo no lo sabía.

Vuelta al blog

Sí, hemos vuelto. Tenemos cosas que contar y queremos que se queden reflejadas para que cuando echemos la vista atrás en algún momento "raro" de nuestras vidas, siempre tengamos un motivo para sonreír recordando cosas bonitas. Porque este blog lo fue, lo es y lo será. Desde que nos enteramos de la existencia de Daniel hasta hoy mismo y épocas sucesivas, vamos a hacer de este rinconcito un lugar donde reencontrarnos con vivencias, sentimientos y experiencias que no debemos olvidar jamás.

Queremos ponernos al día de todo y cuanto ha pasado en este tiempo, y poco a poco lo conseguiremos.

Fijaos si no vamos haciendo mayores que el pasado 10 de Julio, Daniel terminó el primer ciclo de Educación Infantil. Ha sido un año de mucho esfuerzo en cuanto adaptaciones y cuadres de horarios, pero ha merecido la pena.
Aunque aún le cuesta relacionarse un poco con niños de su edad porque es muy independiente y con gustos muy definidos, ha espabilado muchísimo y se ha soltado mucho a hablar, lo que hace más fácil el entendimiento con su entorno.

Nos queda superar el tema del pañal, que vamos un poco lentos, y el cambio de la cuna a la cama, que supongo que no tendrá problemas porque ha salido igual de dormilón que nosotros y se duerme en cualquier sitio.

Este último año ha sido intenso para él (y para nosotros) y en septiembre, que comienza el colegio, no va a ser menos.
Y cuando ya se vaya acostumbrando a la nueva situación escolar, ¡ZAS!
Pero ya os iremos contando...




Continuará...

Todo

Los primeros meses como papitos no fueron fáciles. Empezando así vais a creer que lo que he escrito anteriormente es una pastelada utópica de cualquier madre con un punto de vista altamente subjetivo, pero no. Ya os he dicho que todo tiene un proceso de aprendizaje y los primeros meses de vida de un bebé son difíciles tanto para él como para nosotros, los papis.

En cuanto a la primera toma de contacto con el bebé, nunca olvidaré el hospital. Para mí fueron los tres días de ingreso hospitalario más horrorosos de mi vida. Nunca había estado ingresada antes hasta que tuve a Daniel. Volviendo a las pasteladas, mi hijo era lo único que hacía que olvidara esos malos ratos en aquella habitación.

Tras el parto, me dejaron en la sala de dilatación un par de horas hasta que quedaron camas libres en planta. Nuestras familias consiguieron acceder a la sala unos minutos para conocer al bebé, hacerse alguna foto que otra y transmitirnos todo el apoyo que necesitábamos, pues aún estábamos un poco nerviosos.

El día siguiente fue el peor de todos. Vino toda nuestra familia a vernos. No dejaba de ver personas entrar y salir de la habitación. No habíamos dormido mucho y el cansancio era evidente. Todos querían ver a Daniel y yo me sentía entre emocionada y confusa, agotada físicamente, sí, pero sobre todo, mentalmente.
Las visitas se sucedieron por la mañana y por la tarde. Por la tarde, ya no pude contenerme y estallé en lágrimas. Solo recuerdo que lloraba y que la gente comenzó a salir de la habitación para dejarme sola, pero no quería que ni Dani ni mi madre ni mi suegra, ni mis hermanos, ni mis cuñados... se fueran; quería que se quedaran conmigo pero solo ellos, la familia cercana.
Además, Daniel no se enganchaba bien al pecho y eso provocó que estuviera más nerviosa y agobiada. Llevaba 6 horas seguidas sin querer comer y se quejaba, supongo, de hambre y frustración. Hasta fui a una charla sobre lactancia que dieron para las mamis allí en el hospital, pero no me sirvió de mucho, ya os contaré por qué. Poco a poco lo fuimos superando, y finalmente conseguí que se enganchara.

Y por fin nos dieron el alta. El momento de volver a casa fue el mejor de todos. Meter a tu hijo en su cuna, tener todas tus cosas a tu alcance, tu sofá, tu cama, tu ducha... la tranquilidad de tu hogar no tiene precio ni comparación.
Y además, Daniel era un santo. Dormía muchísimo. Una vez que se enganchó bien al pecho, comía muchísimo. No sabía apenas llorar, porque casi nunca lo hacía. Nos pasábamos el día dándole besos y achuchándolo. Quizá por eso no tendría motivos para estar triste.

Hemos disfrutado (y seguimos disfrutando) de mil cosas al máximo, de cada etapa, de cada momento, de cada anécdota, su primer puré, sus primeras fotos de estudio, sus primeras sonrisas, su primer enfado, sus primeras palabras, su primer baño (en bañera, en piscina, en playa), sus primeros juegos, sus primeras carcajadas, sus primeros pasos, su primer cumpleaños, sus primeras navidades, su bautizo, su primer corte de pelo, su primer viaje al extranjero, su primer día de guardería, su adaptación, su primer constipado, su primer "te quiero", sus primeros besos de amor, sus abrazos...
Podría contaros todo con detalle pero decidí vivir la experiencia en lugar de contarla y no me arrepiento en absoluto.

... Lo que sí me atrevería a contar porque aún lo recuerdo con mucho cariño, fue la primera noche en el hospital, una vez nos quedamos solos los tres.
Me acuerdo porque hubo un momento en el que Dani y yo nos miramos de una manera muy distinta a las anteriores, de una manera más adulta, más sincera, con mucho amor. Y sentimos que habíamos hecho un buen trabajo, y que nos lo merecíamos todo. Y todo estaba allí, a nuestro lado, en una cunita de cristal, durmiendo, tranquilo, aún con restos de sangre en el gorrito, agotado al igual que nosotros.
Y fue entonces cuando dejamos de mirarnos para clavar nuestra mirada en él, porque él sí que había hecho un buen trabajo... él sí que se lo merecía todo.


Podrían haberme advertido sobre lo que sería ser madre

Han pasado ya dos años y medio (y algo más) desde que me convertí en mamá. Esa persona que lo sabe todo y cuya intuición puede llevarla a donde se proponga. Pero aún me queda un largo camino que recorrer.
Se piensa que desde el día que tienes a tu primer hijo en brazos, un ángel se aparece como por arte de magia y te entrega los superpoderes maternales… pero no es así. Todo en esta vida lleva su tiempo y un periodo de aprendizaje.

Reconozco que ya he escrito sobre esto anteriormente pero no con tanto conocimiento sobre el tema como ahora y que con el paso de los años supongo que ese conocimiento se acrecentará de tal forma que no sé si cuando eche la vista atrás lo que pueda decir hoy será del todo correcto. Lo que sí sé es que es así como lo siento y el corazón pocas veces se equivoca y mucho menos el de una madre.

Cuando te quedas embarazada son muchas las personas de tu entorno las que quieren aconsejarte o advertirte desde sus propias experiencias. Durante el embarazo escuché de todo. Desde que mi cuerpo iría cambiando a pasos agigantados y que tendría que irme acostumbrando a ello, hasta que aprovechara para dormir durante esos nueve meses porque el cansancio y las ojeras cambiarían mi humor y mi estado de ánimo. Que no me daría tiempo ni a ducharme cuando el bebé hubiera nacido y que siempre tendría un aspecto desaliñado, sobre todo los primeros meses. Que lo único que oiría serían llantos y que toda la atención sería para él. Que papito y yo ya no volveríamos a ser los mismos como pareja y que tendríamos menos tiempo para estar juntos. Que nuestra vida se regiría por rutinas. Que se acabaría el orden de las cosas en mi hogar... Imaginaos mi cara al escuchar estas cosas. ¿Dónde me estaba metiendo?

Pues bien, todas estas advertencias se me olvidaron el día que nació Daniel. Y ahora pienso que nadie me advirtió sobre lo que sería realmente SER MADRE...

... Nadie me dijo lo bonito que sería tener en brazos a una cosita tan pequeñita que ha crecido en tu interior, y lo extraña que es la naturaleza y el cuerpo humano. A día de hoy, sigo pensando que todas las fases de la reproducción desde su engendramiento son un milagro.
Nadie me dijo que los cambios físicos que experimentas en todas esas etapas pasan a un segundo plano y solo buscas el bienestar de esa nueva personita que ha llegado a tu vida. Que esos cambios son los que hacen que tu hijo crezca sano y feliz, ya que durante los primeros meses eres la responsable de su alimentación (más aún si has optado por darle el pecho) lo que hace que te sientas más especial si cabe. Que sentiría dolor y placer al mismo tiempo. Que mi casa se llenaría de luz y color, y alegría… mucha alegría. Que desearías que se parara el tiempo o que todo ocurriera más despacio. Que las cosas que antes eran un mundo se transformarían en insignificantes y a su vez, otras que eran insignificantes o a las que no dabas tanta importancia, se vuelven tu prioridad. Que miraría a mi pareja de otra manera, ya no como la persona con la que comparto mi vida, sino como la persona con la que he creado una vida...

En definitiva, son tantas las experiencias y los momentos vividos en estos 2 años y medio que no podría escribirlos todos, pero sí puedo decir que sigo siendo tan feliz, o incluso más, que al principio de esta aventura. De hecho, es tanta esa felicidad que hemos decidido queremos volver a sentir todo ese primer proceso, y por ello, estamos esperando nuestro segundo hijo. Sin duda, volvería a repetir todas estas experiencias una y otra vez. La diferencia está en que la novedad no será tan abrumadora, los consejos o advertencias de las personas de tu entorno no serán las mismas, y quizá pueda revivir lo bonito que es ser madre de una manera más consciente y con más madurez, porque ya no soy la misma que hace tres años y mis prioridades han cambiado mucho desde entonces. Algo que valoro inmensamente y de lo que más orgullosa estoy para conmigo misma.
Comienza una nueva aventura y lo mejor de todo es que podré compartirla también con mi hijo... porque SOY MAMÁ.


Pili.