Se piensa que desde el día que tienes a tu primer hijo en brazos, un ángel se aparece como por arte de magia y te entrega los superpoderes maternales… pero no es así. Todo en esta vida lleva su tiempo y un periodo de aprendizaje.
Reconozco que ya he escrito sobre esto anteriormente pero no con tanto conocimiento sobre el tema como ahora y que con el paso de los años supongo que ese conocimiento se acrecentará de tal forma que no sé si cuando eche la vista atrás lo que pueda decir hoy será del todo correcto. Lo que sí sé es que es así como lo siento y el corazón pocas veces se equivoca y mucho menos el de una madre.
Cuando te quedas embarazada son muchas las personas de tu entorno las que quieren aconsejarte o advertirte desde sus propias experiencias. Durante el embarazo escuché de todo. Desde que mi cuerpo iría cambiando a pasos agigantados y que tendría que irme acostumbrando a ello, hasta que aprovechara para dormir durante esos nueve meses porque el cansancio y las ojeras cambiarían mi humor y mi estado de ánimo. Que no me daría tiempo ni a ducharme cuando el bebé hubiera nacido y que siempre tendría un aspecto desaliñado, sobre todo los primeros meses. Que lo único que oiría serían llantos y que toda la atención sería para él. Que papito y yo ya no volveríamos a ser los mismos como pareja y que tendríamos menos tiempo para estar juntos. Que nuestra vida se regiría por rutinas. Que se acabaría el orden de las cosas en mi hogar... Imaginaos mi cara al escuchar estas cosas. ¿Dónde me estaba metiendo?
Pues bien, todas estas advertencias se me olvidaron el día que nació Daniel. Y ahora pienso que nadie me advirtió sobre lo que sería realmente SER MADRE...
... Nadie me dijo lo bonito que sería tener en brazos a una cosita tan pequeñita que ha crecido en tu interior, y lo extraña que es la naturaleza y el cuerpo humano. A día de hoy, sigo pensando que todas las fases de la reproducción desde su engendramiento son un milagro.
Nadie me dijo que los cambios físicos que experimentas en todas esas etapas pasan a un segundo plano y solo buscas el bienestar de esa nueva personita que ha llegado a tu vida. Que esos cambios son los que hacen que tu hijo crezca sano y feliz, ya que durante los primeros meses eres la responsable de su alimentación (más aún si has optado por darle el pecho) lo que hace que te sientas más especial si cabe. Que sentiría dolor y placer al mismo tiempo. Que mi casa se llenaría de luz y color, y alegría… mucha alegría. Que desearías que se parara el tiempo o que todo ocurriera más despacio. Que las cosas que antes eran un mundo se transformarían en insignificantes y a su vez, otras que eran insignificantes o a las que no dabas tanta importancia, se vuelven tu prioridad. Que miraría a mi pareja de otra manera, ya no como la persona con la que comparto mi vida, sino como la persona con la que he creado una vida...
En definitiva, son tantas las experiencias y los momentos vividos en estos 2 años y medio que no podría escribirlos todos, pero sí puedo decir que sigo siendo tan feliz, o incluso más, que al principio de esta aventura. De hecho, es tanta esa felicidad que
Comienza una nueva aventura y lo mejor de todo es que podré compartirla también con mi hijo... porque SOY MAMÁ.
Pili.
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