Visita guiada a maternidad

   Esta mañana hemos asistido a nuestra quinta clase prenatal y tras hacer un repaso de los días anteriores, hemos cogido el coche dirección al hospital para realizar la visita guiada a maternidad. 
Ha sido una visita muy interesante. Nada más entrar hay una sala de espera para familiares y una recepción donde te tomarán los datos. También, una sala con monitores llamada Sala de Registro, para controlar el tiempo entre contracciones y determinar si ya estás de parto o no.
Si lo estás, te llevarán a la Sala de Dilatación, donde comenzaría el calvario. 
Según la matrona, lo normal es hacer todo en la misma habitación para mover a la paciente lo menos posible, pero también pueden derivarte al paritorio.

   No hemos podido entrar a ninguno de los dos paritorios disponibles en maternidad. Por lo visto, una mamá acababa de dar a luz en uno y en el otro acababan de empezar con otro parto. La matrona nos ha contado que no es muy normal que se den este tipo de coincidencias. Pero hoy no había nada imposible.
Por eso, ha preferido enseñarnos un paritorio "provisional" que es donde normalmente hacen la prueba del PH al bebé, y ha sido de lo más impactante.
Era una sala cuadrada, oscura y con un arsenal de instrumentos quirúrjicos y electrónicos. En el centro de la sala, una camilla con el respaldo ancho y un poco inclinado, con las típicas sujecciones metálicas para las piernas. una a cada lado. Es como si estuviéramos en un decorado ambientado en una sala de partos de una base militar nazi. ¡Horror! 
Las otras futuras mamis y yo hemos coincidido al final de la visita que ha sido la peor imagen de la mañana y hemos rezado para que no nos tengan que intervenir ahí en el caso de que los otros dos paritorios estuvieran ocupados como ha ocurrido hoy. ¡Anda, que si nos ponemos de parto en ese momento!

  Aunque todo se pasa, incluso ese tipo de imágenes desaparecen cuando tienes frente a ti la imagen más maravillosa del mundo. Y hoy también hemos podido tener una visión más agradable que la del paritorio del horror: un papá a solas con su bebé recién nacido en brazos en una pequeña habitación donde seguramente, aguardaba la llegada de su mami, que la estarían curando tras el parto. Un papá, que tan sólo con su cara iluminaba la habitación, mirando a su hijito (o hijita) que estaba envuelto en una manta, con su gorrito puesto, presumido por ser la cosita más pequeña del mundo en ese instante y la más grande a la vez. 
Definitivamente, ha sido lo mejor de la visita.

   De ahí, Dani y yo hemos vuelto al barrio, al centro de salud, porque teníamos cita con la matrona, ya que, no sé si recordaréis, la última vez me dijo que estaba engordando mucho y que controlara más lo que comía; que me citaba de nuevo para observar cuánto peso cogía en 2 semanas. Aunque finalmente han sido 3 semanas, porque el viernes pasado fue fiesta nacional y no daban citas. 
Hemos vuelto a oir el corazoncito que latía fuerte como siempre y me ha llevado directa a la báscula. Y cuál ha sido su sorpresa (y alegría, todo hay que decirlo) cuando ha visto que sólo he cogido medio kilo en 21 días, (y eso que me estaba haciendo pis). Yo no cabía en mí de orgullo.
Si ya se lo decía yo: septiembre y las vacaciones han sido mi perdición. Ahora que vuelvo a una rutina, que tengo más cosas que hacer y menos tiempo para comer, que me muevo más, que voy a natación y camino mucho, y que ya no como tantas chuches, mi peso se equilibra porque lo que como, lo quemo y ya no se convierte en un quebradero de cabeza... 

   Y, pues eso... que yo contentísima. He salido de la consulta riendo y sonriendo con el futuro papito, y en mi cabeza ya no estaban ni el paritorio del horror, ni el recién nacido en brazos de su padre. Sólo había sitio para el sonido de los latidos del corazoncito de Daniel.

No hay comentarios: