Dani estaba nerviosísimo. Le recogimos en la rotonda del hospital. Había llegado antes que nosotros y eso que tuvo que hacer la ruta entera con el autobús.
Nada más entrar, pasé por admisión para que tomaran mis datos. Me fui a la misma sala de espera para que me repitieran el tacto vaginal. Y yo que pensaba que no volvería allí...
Fue rápido. Estaba ya de 3 cm y enseguida me pasaron a la sala de dilatación.
Cuando entré, la matrona que atendería mi parto estaba esperándome para presentarse y darme indicaciones. Me desnudé, me puse el horrorosoperopráctico camisón azul del hospital y me senté en una butaca donde me colocaría el cinturón con el que controlarían los latidos de Daniel y las contracciones.
Aquello cada vez dolía más.
Eran las 10 y pico y ya estaba comenzando la cuenta atrás para ver a nuestro hijo.
Cuando estaba colocada, llamaron a Dani para que pasara conmigo. No podía casi ni hablar. Las contracciones eran muy seguidas y dolorosas.
Me pusieron un enema y pocos minutos después corría directa al baño (prefiero los zumos de naranja de mi madre). En aquel momento me dio una contracción y la mezcla de ambas sensaciones fue lo que me remató. Dani, que me vio ponerme en pie con la cara desencajada, vino hacia mí y me sujeto fuerte evitando así que cayera al suelo de rodillas. Estaba apunto de llorar.
Cuando se me pasó el dolor, le dije que iba a pedir la epidural. No aguanté más. Lo sé, soy una mindundi. No quiero, no quiero, y luego la pido. Pero, ¿tanto duelen las contracciones?
La matrona me tomó una muestra de sangre y nos comentó que el resultado tardaría alrededor de una hora y sería entonces cuando llamarían al anestesista. ¡Una hora! Una hora de total sufrimiento..En ese instante, pasaron por mi cabeza todas las abuelas, mi madre, mi suegra y nuestra amiga Rosa. Quería darlas un abrazo. Pero si ellas podían con un parto, yo podía aguantar una horita....
Volvieron a hacerme un tacto y ya había dilatado 5 cm.
De repente, apareció en la sala un hombre con bigote, alto y moreno, enfundado en una bata verde, y con un extraño haz de luz brillante rodeando su silueta (seguramente no, pero para mí fue así; era un ángel verde caído del cielo o de alguna planta superior del hospital, quizá).
Sentí un pinchazo en la columna y un calambre en las piernas, y acto seguido comencé a sentirme mejor, como en una nube, y mi "ángel" me hablaba: - Esto es para subir la dosis o bajarla.. blablabla... cualquier cosa, nos lo dices...blablabla... Y no era amor, no.
No lo recuerdo bien, solo sentía una profunda sensación de paz física y psíquica.
Cuando Dani me vio, me dijo que parecía una persona nueva, incluso hacía bromas y le hablaba cariñosamente... mejor dicho; le hablaba, porque antes no podía ni pronunciar una palabra. Era el dolor o la conversación, y el primero ganaba la batalla, pero por poco tiempo (muahahaha).
A las 14.00, ya estaba completamente dilatada, es decir, de 10 cm. y comencé a realizar pujos con cada contracción en la sala de dilatación. Según la matrona, cuanto más pujara antes, menos tendría que pujar después en el paritorio y todo sería más rápido. También hay que decir, que Daniel estaba colocado pero le faltaba rotar y bajar un poco más, y por ese motivo, el parto fue más largo de lo que podría haber sido.
Cuando llevaba un par de horas pujando, la matrona decidió que era mejor pasar al paritorio y "rematar la faena" allí. El pasillo era interminable, aunque Dani me aseguró que paritorio y sala de dilatación estaban justo al lado.
Me pusieron en una camilla con potro y comencé a pujar con cada contracción, igual que antes. Sentía perfectamente las contracciones pero gracias a la epidural no sentía dolor. Dani, que había aprendido a "leer" la maquina de registro, me recordaba cuándo debía pujar y me sujetaba fuertemente de los hombros para ayudarme a hacer mi "trabajo" con más fuerza. Aún con su ciática, estuvo increíble. Las matronas y enfermeras que asistieron el parto se asombraban de lo bien que lo hacía mi marido.
Y escuché a la matrona decir: Ya está aquí, empuja más fuerte... un poco más...
Así lo hice y fue entonces cuando sentí que salía de mí una cosa redondita y luego cuadrada (la cabeza y los hombros)- Así me lo imaginaba yo, así puedo describirlo para que me entendáis.
Pilar, pon las manos...
Y alargué mis brazos doloridos de tanto agarrarme a las barras laterales. Tenía entre mis manos una cosita pequeña, impregnada de un líquido resbaladizo. Noté como salían los piececitos. Le coloqué en mi pecho y Daniel comenzó a llorar. Fue el sonido más bonito del mundo. Indescriptible.
Le limpiaron un poco aún estando sobre mi pecho, y luego, envuelto en una mantita, se lo dieron a Dani mientras me limpiaban a mí. Y volvió el haz de luz brillante y la sensación de paz física y psíquica mezcladas con felicidad. Y aquí, sí era amor...
Podría daros más detalles, pero prefiero que ese instante se mantenga fresco en mi
memoria mientras viva; algo para mí, mío; mío y de Dani, porque él
tampoco olvidará lo que se siente en un momento así.
¿O no, papá?
Daniel ya está aquí !!
Acompañé a Dani a recoger el autobús y como pasaría por el barrio, me bajé en la parada más cercana a casa de mi madre. Me fui a comer con ella. No quería estar sola esa tarde, por si las moscas.
Nada más llegar, me tumbé en el sofá. Me encontraba fatal, revuelta, sin fuerza, solo quería tumbarme. Mi madre me preparó un zumo de naranja. No es por nada, pero una mujer se conoce y sabe cuándo está de parto o cuándo no lo está. Me fui directa al baño. No me equivoqué.
Después de comer, volví a tumbarme en el sofá y me quedé dormida un rato. Pasé la tarde hablando con mi madre y cada vez me fui encontrando mejor. Estaba agotada.
Cuando Dani salió de trabajar, vino a buscarme. Llegamos a casa y nos fuimos pronto a la cama. Dani entraba a trabajar de nuevo a las 5 de la mañana.
No recuerdo exactamente qué hora era. Sé que Dani ya se había marchado cuando algo me despertó. Era una super contracción. Me duró un minuto o más. No lo conté pero duró bastante, o eso me pareció a mí. Después me quedé dormida hasta las 8.30. Algo volvió a despertarme. La alarma del móvil. Cuando lo apagué, mis cuñados estaban hablándonos por wasapp. Llamé a Dani como siempre cuando me levanto por las mañanas. Le cuento lo de la super contracción y que me encuentro bien, mejor que el día anterior.
Se pierde la señal del móvil y vuelve a llamarme. Tardo en cogérselo porque algo extraño ocurre.
Acabo de hacerme pis encima, sin control. Enseguida entiendo lo que está pasando, contesto a la llamada y le digo a Dani la famosa frase: - He roto aguas.
Dani pensó que se trataba de una broma. Hasta me hizo prometerle que era cierto. Llamé a mi madre y él llamó a su padre.
Lo que más miedo me daba era empezar con las contracciones más fuertes, pero comenzaron siendo bastante leves.
Me dio tiempo a ducharme, vestirme, preparar los informes del médico, repasar todo para que no se me olvidara nada, y cuando quise darme cuenta, el abuelo Paco estaba esperándome abajo con el coche y nos fuimos rápidamente a recoger a las abuelas.
Eran las 9 de la mañana del día 20 de Diciembre y yo estaba de parto...
Nada más llegar, me tumbé en el sofá. Me encontraba fatal, revuelta, sin fuerza, solo quería tumbarme. Mi madre me preparó un zumo de naranja. No es por nada, pero una mujer se conoce y sabe cuándo está de parto o cuándo no lo está. Me fui directa al baño. No me equivoqué.
Después de comer, volví a tumbarme en el sofá y me quedé dormida un rato. Pasé la tarde hablando con mi madre y cada vez me fui encontrando mejor. Estaba agotada.
Cuando Dani salió de trabajar, vino a buscarme. Llegamos a casa y nos fuimos pronto a la cama. Dani entraba a trabajar de nuevo a las 5 de la mañana.
No recuerdo exactamente qué hora era. Sé que Dani ya se había marchado cuando algo me despertó. Era una super contracción. Me duró un minuto o más. No lo conté pero duró bastante, o eso me pareció a mí. Después me quedé dormida hasta las 8.30. Algo volvió a despertarme. La alarma del móvil. Cuando lo apagué, mis cuñados estaban hablándonos por wasapp. Llamé a Dani como siempre cuando me levanto por las mañanas. Le cuento lo de la super contracción y que me encuentro bien, mejor que el día anterior.
Se pierde la señal del móvil y vuelve a llamarme. Tardo en cogérselo porque algo extraño ocurre.
Acabo de hacerme pis encima, sin control. Enseguida entiendo lo que está pasando, contesto a la llamada y le digo a Dani la famosa frase: - He roto aguas.
Dani pensó que se trataba de una broma. Hasta me hizo prometerle que era cierto. Llamé a mi madre y él llamó a su padre.
Lo que más miedo me daba era empezar con las contracciones más fuertes, pero comenzaron siendo bastante leves.
Me dio tiempo a ducharme, vestirme, preparar los informes del médico, repasar todo para que no se me olvidara nada, y cuando quise darme cuenta, el abuelo Paco estaba esperándome abajo con el coche y nos fuimos rápidamente a recoger a las abuelas.
Eran las 9 de la mañana del día 20 de Diciembre y yo estaba de parto...
Daniel ya está aquí !
No puedo saltarme días señalados en este blog, y aunque Daniel ya ha nacido, como bien sabéis, quiero contaros cómo fue todo. Un día inolvidable y que revivo a cada momento, emocionada porque es la experiencia más maravillosa de mi vida, de nuestra vida.
El 19 de Diciembre me habían citado para monitores a las 10 de la mañana en el hospital Severo Ochoa. Cuando llegué, en la sala de espera había numerosas embarazadas "a término", como yo. No me llamaron hasta las 11.30. Y encima, además de que Dani tuvo que esperar fuera y solo podíamos hablar por wasapp, yo no me encontraba bien. Estaba nerviosa, tenía ganas de ir al baño y no quería ir por si me llamaban justo en ese momento (ley de murphy).
Pero lo "peor" llegaría después.
Me pasaron a monitores y estuve una media hora con un cinturón envolviendo mi tripota y escuchando los latidos de mi pequeñín. Era increíble cómo latía.
Cada 5 minutos entraba una enfermera para comprobar mi tensión y la hoja de registro donde se anotaban las contracciones. Según la enfermera, estaba teniendo muchas contracciones seguidas y asombrada me preguntó: ¿No las sientes?
Yo no sentía nada. Solamente tenía ganas de ir al baño y estaba aguantando como una campeona. Me dijeron que las contracciones menos dolorosas se pueden confundir con ganas de ir al baño, pero yo os aseguro que aquello no eran contracciones. Podía dar a luz en ese momento, pero estaba convencida de que no iba a ser Daniel quien saliera.
Bueno, no quiero ser bruta ni soez. El caso es que no sentía las contracciones que se producían en mi útero y eso a la enfermera le extrañó un poco, porque eran muchas y muy seguidas.
Habló con otra enfermera y las dos estaban de acuerdo en que tendrían que hacerme un tacto vaginal y que debía pasar a la consulta a que me miraran.
Salí y se lo conté a Dani. Se tenía que ir a trabajar pero no quiso moverse de allí hasta saber si me tenía que quedar ingresada o no. Yo cada vez me encontraba peor de las tripas...
Al minuto me llamaron y todas las chicas que habían pasado a monitores antes que yo, seguían esperando en la sala, también para hacerles un tacto vaginal, pero, y todavía no sé el por qué, el mío era de urgencia.
Me tumbaron en una camilla y me realizaron el tacto. La ginecóloga me dijo que estaba de 2 cm y yo no dejaba de pensar que si seguía haciéndome aquello que me estaba haciendo, podía llegar a morderla un ojo. Era un dolor insoportable y mi malestar fue en aumento.
Las enfermeras que anotaban cosas nuevas en mi informe comentaban entre sí que habría que ir "echando" a las mujeres que ya habían dado a luz en días anteriores (Uff, de hoy no pasa). Me dijeron que estaba todo bien y que si no me ponía de parto esa semana, tendría que volver a su consulta el día 28 de Diciembre. ¡Qué horror!
Menos mal que allí no volvería...
El 19 de Diciembre me habían citado para monitores a las 10 de la mañana en el hospital Severo Ochoa. Cuando llegué, en la sala de espera había numerosas embarazadas "a término", como yo. No me llamaron hasta las 11.30. Y encima, además de que Dani tuvo que esperar fuera y solo podíamos hablar por wasapp, yo no me encontraba bien. Estaba nerviosa, tenía ganas de ir al baño y no quería ir por si me llamaban justo en ese momento (ley de murphy).
Pero lo "peor" llegaría después.
Me pasaron a monitores y estuve una media hora con un cinturón envolviendo mi tripota y escuchando los latidos de mi pequeñín. Era increíble cómo latía.
Cada 5 minutos entraba una enfermera para comprobar mi tensión y la hoja de registro donde se anotaban las contracciones. Según la enfermera, estaba teniendo muchas contracciones seguidas y asombrada me preguntó: ¿No las sientes?
Yo no sentía nada. Solamente tenía ganas de ir al baño y estaba aguantando como una campeona. Me dijeron que las contracciones menos dolorosas se pueden confundir con ganas de ir al baño, pero yo os aseguro que aquello no eran contracciones. Podía dar a luz en ese momento, pero estaba convencida de que no iba a ser Daniel quien saliera.
Bueno, no quiero ser bruta ni soez. El caso es que no sentía las contracciones que se producían en mi útero y eso a la enfermera le extrañó un poco, porque eran muchas y muy seguidas.
Habló con otra enfermera y las dos estaban de acuerdo en que tendrían que hacerme un tacto vaginal y que debía pasar a la consulta a que me miraran.
Salí y se lo conté a Dani. Se tenía que ir a trabajar pero no quiso moverse de allí hasta saber si me tenía que quedar ingresada o no. Yo cada vez me encontraba peor de las tripas...
Al minuto me llamaron y todas las chicas que habían pasado a monitores antes que yo, seguían esperando en la sala, también para hacerles un tacto vaginal, pero, y todavía no sé el por qué, el mío era de urgencia.
Me tumbaron en una camilla y me realizaron el tacto. La ginecóloga me dijo que estaba de 2 cm y yo no dejaba de pensar que si seguía haciéndome aquello que me estaba haciendo, podía llegar a morderla un ojo. Era un dolor insoportable y mi malestar fue en aumento.
Las enfermeras que anotaban cosas nuevas en mi informe comentaban entre sí que habría que ir "echando" a las mujeres que ya habían dado a luz en días anteriores (Uff, de hoy no pasa). Me dijeron que estaba todo bien y que si no me ponía de parto esa semana, tendría que volver a su consulta el día 28 de Diciembre. ¡Qué horror!
Menos mal que allí no volvería...
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